domingo, 19 de octubre de 2008

Fin

"¿Y ahora qué voy a hacer? ¿Qué le voy a decir a mis papás, a mi familia, a mis amigos, a todo mundo? ¿Qué le digo a mi sobrinito consentido cuando me pregunte por ella y que si ya mero la invito de nuevo a jugar en la alberca?"

"¿Qué me digo a mí mismo? ¿Qué le digo a mi corazón? ¿Cómo le hago para convencerme de que ya no somos más lo que solíamos ser?"

Ese día 15, tú se lo dijiste directo a mi corazón. Confirmaste lo que tú y yo ya sabíamos que iba a pasar; tal vez tú lo supiste mucho antes que yo, pues a fin de cuentas fuiste tú (solamente tú) quien tomó esa -ahora sí- irrevocable decisión. Yo, sin embargo, romántico empedernido (o pendejito romántico, que para el caso viene siendo lo mismo) confié en el dicho de "la esperanza muere al último"... y efectivamente, murió al último, pero de todos modos se murió. la mataste. Por supuesto que durante algunas semanas la golpeaste y mutilaste un poco para que el tiro de gracia se sintiera menos... y debo decirte que así fue, aunque eso no significa que no me haya dolido. Me dolió como no tienes idea (literalmente "no tienes idea"). Y mira que me he dado cuenta de eso, por lo que sería completamente en vano cualquier esfuerzo que hiciese por mostrarte un leve bosquejo de cómo fue... Ya para qué... Y si durante días, semanas, meses, estuve tratando de enmendar la situación, y lo único que conseguí fue que me llamaras "falso"... ¿Rosas falsas? ¡¡Si todas las flores que te solía regalar eran completamente naturales!! ¿Mensajitos falsos? ¡¡Si lo hacía para evitarme uno de tus acostumbrados regaños por marcarte en la mañana!! ¿Música falsa? ¿Detalles falsos? ¿Amor falso? Por favor... no me llames falso, cuando lo único cierto de esta última etapa de nuestra relación fue realmente mi amor por ti.

Ese día 15, aún en estado de shock, me prometí no llorar, y lo cumplí... aunque confieso que debí haber hecho mi promesa por más tiempo.

En cambio, el día 16, una llamada me bastó; con cinco palabras tuyas tuve para estallar en llanto, pues sabía que esas serían las últimas palabras que me dirías, y lamentablemente no para bien. Ya en casa desmoronado, no hice más que pensar bien de ti... "tal vez sí fue mi culpa" me repetía una y otra vez, a pesar de los sabios consejos de aquellos que me estiman. Así es, me moría por dentro, pero no podía hacer otra cosa mas que desearte lo mejor del mundo... mi amor por ti ha sido tanto, que creí lo único que me restaba, era esperar que sanara mi dolor, y que tu vida fuera de maravilla, pues -creía- "te lo mereces, porque quien falló fui yo".

Sin embargo, el día 18, no pude más. Me ganó la curiosidad, me ganó el egoísmo, el impulso y me acerqué. Poco a poco y con el acelerador arrebatado por mi pie tembloroso, vislumbré el escenario... hasta que llegué. No me la creía, "una pesadilla", pensé... pero las pesadillas carecen del destello que acabo de ver hace un par de horas. Lo que sospechaba, lo que me ocultabas, ahora estaba frente a mí. Y tú me viste, lo sé. No quiero ni pensar desde hace cuánto ni cuántas veces había sucedido, en una de tantas veces que querías "salir con tus amigas" pero yo no era bienvenido... parece que te morías por terminar la relación para poder divertirte con él a solas y a gusto. Y poco te importó que tu hermano estuviese viendo... claro, como aquella vez que me gritaste como a un perro, mientras tu hermano y su novia veían y escuchabas todo tu show. Esas cosas para ti son de nula importancia... eeequis. Qué lástima, qué falta de respeto de tu parte, qué poca memoria, qué fácil y escurridizo pseudo amor, qué pena... por ti. ¿A mí? se me va a pasar... algún día, pero pasará. Y este hombro que te ofrecí para llorar en este difícil momento de tu vida familiar, se podrá retirar sano y salvo, sabiendo que encontraste un hombro en otro lado, que tal vez te sirva para lo mismo.

Y con toda la decepción del universo, pero al fin con resignación, no me queda más que decirte GRACIAS. Gracias por hacérmelo más fácil. Gracias por arrebatar de mi mente esa imagen de bondad y virtud inalcanzable que creí hoy estaría lamentando no tener a mi lado. Gracias porque a partir de este preciso instante, tengo el valor, el coraje, las ganas y la facilidad para contar tu historia como un caso más de aprendizaje en mi vida; como una etapa que no me va a matar, pero sí hacerme madurar.

Querida "P", hoy no te deseo lo mejor... dejémoslo en que te deseo lo que te mereces. Yo no sé si vaya a querer seguir contando tu historia... de lo que sí estoy seguro es de que ahora eso eres: historia. Y como toda historia que es parte del pasado, simplemente ya llegó a su fin. Mmm... Fin.