martes, 16 de diciembre de 2014

Nube negra

Hace dos semanas que lavé mi coche, hacía un sol radiante y espectacular... hasta que apareció esa pequeñita nube negra justo cuando salía del autolavado y, como buen actor de la Ley de Murphy, arrojó sus primeras gotas justo sobre mi coche recién lavado.

La semana pasada ocurrió exactamente lo mismo, fue esa nube negra que me volvió a encontrar y, después de un cálido día decembrino en Tampico, decidió que necesitaba volver a llover.

No sé qué se encuentra más sucio en este momento, si mi coche, mi corazón lleno de pensamientos enfermizos o toda tu persona.

Lo que sí sé es que soy yo quien viene cargando con esta nube negra desde hace 4 días, desde aquel viernes en que pensé que tu mayor error había sido hacerme preocupar por tu bienestar y creer que te había sucedido LO PEOR, mientras -irónicamente- tú te encontrabas haciendo LO PEOR que le puede hacer una persona a su prometido faltando menos de 2 meses para la boda.

Cargo con esta nube negra por culpa tuya, así como cargué el sábado con la desgracia de escuchar de tu parte que me habías sido infiel, así como cargué el domingo desde la puerta de mi casa hasta mi coche con esa caja que no habrá tenido ni 5 kg pero que tan pesada me resultó después de llenarla con nuestras (tus) fotos después de estos casi 5 años de lo que pensé era la relación más bonita e indestructible del mundo; de aquel portarretratos que me hiciste con tus propias manos; de aquella caja decorada por ti y para mí con esas bellas palabras que tal vez en su momento sentías, y que estaba llena al tope de aquellos cientos de boletos de cine y de otras tantas experiencias que vivimos juntos y que me hicieron sentir vivo, feliz, pleno y con la satisfacción de haber encontrado a esa persona a quien creí que podría amar por el resto de mi no-sé-qué-tan-larga vida; de ese chocolate que me regalaste hace más de 3 años y que conservé porque quería recordarme día tras día el lindo mensaje que estaba escrito en él.

Afortunadamente, yo nunca necesité mucho para pensar todos los días en ti. Ni las fotos, ni los boletos de cine, ni el chocolate, ni los globos arrugados y sin aire, ni los 3 muñecos de peluche que hasta tenían nombre, ni los portarretratos, ni el corcho.

Yo te tenía a ti, en mi mente, solamente me bastaba eso.

Desafortunadamente, a ti te faltaron más cosas para no olvidarte de mí en ese momento en que decidiste desaparecer por casi 4 horas; se te olvidó que te ibas a casar. Se te olvidó que, en algún lugar de la misma ciudad, a menos de 10 minutos, me encontraba yo, tu futuro esposo, el que hubiera dado la vida por ti, el que ya se encontraba todos los días dedicando su vida entera solamente a ti; se te olvidó todo: nuestros días felices, nuestras fotos juntos, nuestra linda mascota, la casa que estaba remodelando para ti, la luna de miel comprada con anticipación, la canción que íbamos a bailar en nuestra boda, los nombres de los dos hijos que íbamos a tener... aún no entiendo cómo ni por qué, pero se te olvidó absolutamente todo.

Porque de lo contrario no entiendo cómo tendrías el valor de hacer lo que hiciste, de dañarme como lo has hecho, de tirar a la basura estos casi 5 años que eran tan sólo el inicio de una gran vida que se supondría íbamos a terminar juntos.

Hoy, martes, una de las peores cosas es todavía seguir dudando si perdonarte o no, pero créeme que es aún peor estar dudando si me dijiste toda la verdad; o si aún hay algo que me ocultas por "protegerme" o por proteger a alguien más. Y es precisamente este sentimiento el que me hace darme cuenta que jamás podré volver a confiar en ti, aunque piense que no he tomado una decisión.

Mientras tanto, seguiré cargando esta nube negra, que ha llovido incontable número de ocasiones sobre mi rostro en los últimos días, y seguiré con ella hasta el momento en que me atreva a decírselo a mis padres y termine lloviendo sobre ellos, al resto de mi familia, incluyendo a mis primas más pequeñas que te adoran y a quienes no voy a saber cómo explicárselo, a mis amigos y a todas aquellas personas que, al verme, lo único que se les ocurría decirme era: ¿ya estás listo para la boda?

Y no lo dudes... Yo siempre estuve listo.