Esas fueron exactamente las melódicas, simpáticas, distinguidas, pero sobre todo, inteligentemente articuladas palabras que salieron de mi boca al final del partido. Y es que estaba enojado porque había sido expulsado injustamente, pues realmente no le pegué, vaya, no era para tarjeta roja.
Vuelvo a pensar en las ganas que tenía de jugar... entro comenzando el segundo tiempo, y a los 20 minutos me cometen una falta evidente, el árbitro la ve, y simplemente no la quiere marcar... segundos después nos meten el gol. Minutos más tarde, voy en disputa del balón contra el mismo que me cometió la falta, me la gana, siente el contacto con mi pie, se avienta un clavado con dificultad de 4.5 y grita, retorciéndose en el piso... observo al árbitro a lo lejos (porque no corría nada) que viene hacia mí mostrándome la tarjeta roja y diciéndome "no te voy a permitir que golpees así"... ¡¡¡pero si no le pegué!!!
Vaya. La primera expulsión en mi vida. Una mezcla de emociones pasa por mi cabeza: sorpresa -> negación -> enojo -> impotencia -> enojo (otra vez) -> tristeza -> decepción -> enojo (sí, otra vez). ¡Y cómo no iba a esta enojado si ni siquiera le pegué!
Salgo del campo quitándome la camisa, mientras algunos conocidos del otro equipo me gritan palabras de aliento, conociendo la verdad de la situación. Voy a tomar agua, mojo mi cabeza, tomo más agua, pateo el cesto de la basura, camino hacia todos lados... solo... lejos de la banca... alguien (a quien sí identifiqué) me grita: "¡qué puerco eres, Romeo!"... hago caso omiso; permanezco ahí durante varios minutos... hasta que, poco a poco, mi cabeza se enfría. No obstante, pienso: "es que no le pegué".
Termina el partido con un 2-4 en contra. Mis compañeros de equipo realmente creen que sí le pegué... "no le pegué", les digo... no me creen. Voy con mis dos primos que fueron "a ver la goliza" y me ven con cara de miedo... "¡¡¡que no le pegué!!!"... es difícil convencer a la gente cuando todos tienen ojos y un cerebro dispuesto a interpretar lo exagerado.
Se acerca el clavadista del otro equipo: "no te enojes conmigo, güey, es puro colmillo; el árbitro es el que saca las tarjetas", me dice con voz de quien quiere consolar al perdedor y con cara de imbécil... "chinga tu madre", contesto aún enojado, pero con ese porte que me caracteriza, por supuesto. Me acerco a quien designa los árbitros y le digo que tengan más cuidado con la gente que llevan... también trata de consolarme, sabiendo que fue una pésima decisión.
Ahora tengo 2 partidos de suspensión por la injusta decisión de ese pseudo árbitro. Hoy me desperté como a las 11:30 A. M.; nunca suelo recordar lo que sueño durante la noche... hoy vagamente lo recuerdo... estaba en el campo de fútbol, era el próximo partido y nos tocaba precisamente el mismo árbitro... ¡pfffff! Maldito subconsciente... pero es que es desesperante, porque yo sé que ¡¡¡no le pegué!!!
Y bueno, no importa mucho... al fin que ya quiería descansar... a ver si alguien me cree que no le pegué...
Mmm... pensándolo bien... ¿y si le pegué?
Vuelvo a pensar en las ganas que tenía de jugar... entro comenzando el segundo tiempo, y a los 20 minutos me cometen una falta evidente, el árbitro la ve, y simplemente no la quiere marcar... segundos después nos meten el gol. Minutos más tarde, voy en disputa del balón contra el mismo que me cometió la falta, me la gana, siente el contacto con mi pie, se avienta un clavado con dificultad de 4.5 y grita, retorciéndose en el piso... observo al árbitro a lo lejos (porque no corría nada) que viene hacia mí mostrándome la tarjeta roja y diciéndome "no te voy a permitir que golpees así"... ¡¡¡pero si no le pegué!!!
Vaya. La primera expulsión en mi vida. Una mezcla de emociones pasa por mi cabeza: sorpresa -> negación -> enojo -> impotencia -> enojo (otra vez) -> tristeza -> decepción -> enojo (sí, otra vez). ¡Y cómo no iba a esta enojado si ni siquiera le pegué!
Salgo del campo quitándome la camisa, mientras algunos conocidos del otro equipo me gritan palabras de aliento, conociendo la verdad de la situación. Voy a tomar agua, mojo mi cabeza, tomo más agua, pateo el cesto de la basura, camino hacia todos lados... solo... lejos de la banca... alguien (a quien sí identifiqué) me grita: "¡qué puerco eres, Romeo!"... hago caso omiso; permanezco ahí durante varios minutos... hasta que, poco a poco, mi cabeza se enfría. No obstante, pienso: "es que no le pegué".
Termina el partido con un 2-4 en contra. Mis compañeros de equipo realmente creen que sí le pegué... "no le pegué", les digo... no me creen. Voy con mis dos primos que fueron "a ver la goliza" y me ven con cara de miedo... "¡¡¡que no le pegué!!!"... es difícil convencer a la gente cuando todos tienen ojos y un cerebro dispuesto a interpretar lo exagerado.
Se acerca el clavadista del otro equipo: "no te enojes conmigo, güey, es puro colmillo; el árbitro es el que saca las tarjetas", me dice con voz de quien quiere consolar al perdedor y con cara de imbécil... "chinga tu madre", contesto aún enojado, pero con ese porte que me caracteriza, por supuesto. Me acerco a quien designa los árbitros y le digo que tengan más cuidado con la gente que llevan... también trata de consolarme, sabiendo que fue una pésima decisión.
Ahora tengo 2 partidos de suspensión por la injusta decisión de ese pseudo árbitro. Hoy me desperté como a las 11:30 A. M.; nunca suelo recordar lo que sueño durante la noche... hoy vagamente lo recuerdo... estaba en el campo de fútbol, era el próximo partido y nos tocaba precisamente el mismo árbitro... ¡pfffff! Maldito subconsciente... pero es que es desesperante, porque yo sé que ¡¡¡no le pegué!!!
Y bueno, no importa mucho... al fin que ya quiería descansar... a ver si alguien me cree que no le pegué...
Mmm... pensándolo bien... ¿y si le pegué?
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