martes, 1 de agosto de 2006

Acerca del olvido

Alguien que parece conocerme muy bien, y que sabe perfectamente cómo me siento actualmente debido a la situación sentimental que estoy (¿o estaba?) pasando, me envió un texto que me hizo reflexionar como no lo había podido (o querido) hacer durante el mes pasado. Y vaya que es sabio el brasileño... aunque en verdad no dice nada que no sepamos, ni descubre una gran verdad del Universo, siempre es bueno que nos recuerden lo importante que es cerrar ciclos, sobre todo cuando se trata de uno negativo. Yo lo estoy haciendo, pero vamos, ¿a quién no le cuesta trabajo?

Es así como me doy cuenta que difiero en algo: es casi imposible olvidar. No se le puede pedir a un ser humano que olvide tan fácilmente. Muchos autores, entre ellos Lewis Smedes (en su libro "Perdonar Y Olvidar"), hablan acerca de cómo un ser humano debe aprender a perdonar a esas personas que le hacen daño durante toda una vida; que si es de sabios perdonar, que si nos hace mejores personas, que si blablabla, todo eso es cierto; y noten una cosa: todos tienen extremo cuidado en la manera en que se refieren a la palabra olvidar, pues implica toda una serie de procesos psicológicos que normalmente no desarrollan los simples mortales como yo.

Podrá secarse el Amazonas, podrán las boobies de Sabrina pesar doce kilogramos, México ganar el mundial de fútbol, iremos en la décimonovena generación de La Nacademia o existirá Bailando por un vaso de agua, haber menos de 100 diputados, y que ganen menos de 30 mil pesos al mes, o tal vez los "abrefácil" de los productos con empaque de plástico podrán servir realmente para abrirlos de manera más fácil, pero si algo en mi vida ha sido importante, tengan por seguro que no lo olvidaré.

Y hay quienes van por la vida diciendo: "ay, es que a mí nunca se me olvida nada", como si fuera un superpoder que solamente tienen los más agraciados, cuando se trata de lo más natural del mundo. Me gustaría felicitar a los que no olvidan dónde dejaron sus llaves, a los que no olvidan que tienen una cita importante, a los que no olvidan el cumpleaños o aniversario de su pareja, a los que no olvidan su contraseña, pero la verdad es que no lo haré, puesto que no hay nada que celebrarles. No tiene que ver con el Coeficiente Intelectual ni con la cantidad de neuronas que tengan en funcionamiento.

Y es que, repito, querer no siempre es poder; estamos expuestos a tantas situaciones, que cualquiera de ellas puede ser susceptible a recordarme a esa persona, ese fin de semana, esos momentos, ese partido de fútbol, ese libro, esos segundos/minutos/horas/días/semanas/años de gloria... lo que sea. Algunos podrán aplicar la técnica de "un clavo saca a otro clavo", pero yo simplemente no soy así... no voy de aquí a allá buscando a ver quién rellena ese hueco de soledad en mi persona, que si bien a veces parece ser muy notable y me hace verme increíblemente estúpido en mi accionar diario, o como dirían los creativos de la publicidad de ese refresco sabor lima-limón que te dice las cosas como son: "urgido"... que quede claro que no es así. No es tán fácil olvidar aquello que se pensó era lo que uno buscaba durante tanto tiempo, en todos los sentidos, aquello que parecía encajar perfectamente en ese prototipo que los escépticos decían: "no existe", aquello que en un abrir y cerrar de ojos se me escapó por voluntad propia y sin explicación, aclaración u oportunidad de asimilar la situación.

Ahora bien: si tú puedes olvidar que alguna vez me dijiste que me querías mucho; que añorabas estar conmigo en alguna playa de este planeta, solos tú y yo, tomados de la mano viendo ese atardecer sin nada a nuestro alrededor; que pronunciaste aquella canción sola en tu habitación, acordándote indudablemente de mí; si puedes olvidar que deseaste tanto como yo ese café, uno frente al otro; si puedes olvidar mi gran esfuerzo de ir a esa ciudad solamente para estar contigo y hacer realidad el sueño en ese café; si puedes olvidar que tomaste mi mano y la sostuviste más de lo que sostienes la mano de cualquier amigo; si puedes olvidar cuánto tiempo sonreíste viéndome a los ojos; si puedes olvidar todo lo que platicamos juntos, tantos planes, sueños, tantas coincidencias y la misma convivencia; si puedes olvidar que odiamos juntos el reloj por marcar la hora en que tendrías que irte; si ya olvidaste lo que me dijiste en ese balcón; si puedes olvidar ese beso que me diste y se plasmó accidentalmente en esa foto que, eventualmente, tendré que eliminar de mi memoria; que me cantaste a los ojos esas líneas de esperanza... si puedes olvidar que llegaste a temer por mi salud mental al decirme que me querías sólo como amigo... y si puedes olvidar así de fácil todo eso que alguna vez te dije que sentía por ti... felicidades, eres una en un millón. Pues lo confieso: yo no lo olvido... y no creo poder hacerlo dentro de un buen tiempo. Y así será.

¿Perdonarla? ¡Por supuesto!... ¿Olvidarla? Nunca.

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