jueves, 10 de agosto de 2006

Le vendo pan

Bueno, no exactamente pan, pero creo que es lo único que me falta vender para abarcar categorías del mercado que se encuentran en puntos extremistas. Veamos:

Todo comenzó a principios de este año, cuando decidí integrarme al comité organizador del Primer Simposium Empresarial de mi universidad. Lo único que hice fue diseñar el logotipo, el cual después de ser bordado en las camisas blancas para uniformar al staff, y de ser impreso en las hojas membretadas, decidieron cambiarle los colores de azul y naranja a blanco y guinda, y yo me enteré hasta que lo vi en el espectacular que está en la Avenida Hidalgo, a la altura del megamercado/autoservicio que dice que tiene precios bajos siempre. Como siempre, me desvié con una frustración personal a mi ego, así que, volviendo al tema, me resta mencionar que mis aportaciones no fueron de gran utilidad, dejé de ir a las juntas, y este semestre se me informó que siempre sí estoy en el comité organizador, y claro, debo vender 10 boletos antes del 18 de agosto.

Adicionalmente, tocaré brevemente el tema de mi servicio social. Éste es un requisito para graduarme (cosa que pienso hacer en diciembre de este año a costa del Universo y cualquier eventualidad, ya que de no ser así, gente inocente morirá... o me enojaré mucho, cualquiera de las dos). Dicho servicio social requiere de 500 horas al servicio de la comunidad, sin retribución alguna, más que el placer y la alegría que nos proporciona el ver a otros seres humanos sonreír al mismo tiempo que agradecen nuestra ayuda incondicional y a cambio de nada más que una mirada tierna de corazón, lo que traducido al español quiere decir que trabajamos de a gratis durante 500 horas para el gobierno o alguna asociación civil "sin fines de lucro". Ahora bien, yo ya había realizado mi servicio social de la siguiente manera: en primer semestre de la carrera, vendí 10 boletos para el Simposium de Mercadotecnia, lo que me retribuyó en 50 horas; cuando me entregaron mi carta de acreditación por dicha actividad, se me informó que aún no podía ingresarla al maravilloso, fantástico y chipirindongo SISTEMA porque sólo se aceptaban las cartas a partir de quinto semestre, por lo que me recomendaron guardar todas las cartas hasta juntar las 500 horas y así entregarlas juntas. En quinto semestre formé parte del comité organizador de un ciclo de conferencias, por lo que se me firmó una carta de 200 horas; también la guardé (súmenle, van 250). Y en sexto semestre, participé en un evento de donación de armazones por parte de mi escuela y unas ópticas, por lo que se me autorizaron 250 horas, juntando así el mágico y hermosirijillo número de 500 horas de servicio social, que acreditaría al presentar las tres cartas al final de mi carrera. Pero ¡oh, sorpresa! Un martes cualquiera de mayo (o junio) de 2006, me encontraba jugando fútbol en la escuela, cuando se me notificó que habría al siguiente día una "feria del servicio social" que consiste en ¡PAGAR! 150 pesos a la caja de mi escuela sin fines de lucro para poder tener acceso a la super duper truper "feria" que me daría la opción de elegir entre organizaciones gubernamentales y asociaciones civiles que estarían en un módulo esperando nuestra firma de compromiso con ellos a trabajar gratis durante un semestre, siendo la única forma posible de realizar el servicio social. Fue así como, debiendo juntar 500 horas, porque todo mi trabajo anterior y las cartas mencionadas se habían ido al carajo, me inscribí a dicha "feria" (organizada por el maestro a quien le menté la madre en cuarto semestre de prepa frente a todo el salón), y tuve que seleccionar dos actividades, de 250 horas cada una: la primera, Maestro de cómputo en el campamento de verano, y la segunda, Promotor de la Fundación Lazos. Así que, en pocas palabras (ahora sí me la prolongué [la explicación...]), tengo que conseguir 12 padrinos de aquí a diciembre, y ni siquiera he leído las bases.

Semanas después, un buen amigo, dueño de una empresa de Servicios de Publicidad y Diseño de Imagen Corporativa, me ofreció trabajo como agente de ventas, lo que significaba una oportunidad doble: para él, hacer crecer su empresa, y para mí, ganar dinero. Acepté. Así que si a usted se le ofrece una página web, no dude en escribirme un e-mail y solicitar una cotización sin compromiso, estamos a sus órdenes.

Y por si fuera poco y no tuviese ya suficientes cosas que hacer (además de la escuela, la tesis y escribir en este inútil blog), estoy organizando (con la imprescindible colaboración de amigos de la carrera y el patrocinador que se apunte) el Primer Concurso Universitario de Publicidad en Tampico, para lo cual tengo que andar tocando puertas y solicitar patrocinios. Se aceptan donaciones, gracias.

En resumen (y mire que es necesario), no se alarme si un día de estos me dirijo a usted y le quiero convencer, el mismo día y de un solo jalón, para que asista a un simposium empresarial, que acepte que le haga una página web, que le pida dinero para patrocinar un concurso de publicidad, que lo obligue a apadrinar a un niño de escasos recursos, y para rematar, termine vendiéndole pan. Sólo pido comprensión, gracias.

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