domingo, 11 de septiembre de 2005

Hablemos de nobleza

Pero no de esa "nobleza" que tengo al pasarle la tarea a mi amigo para que no me excluyan del grupito social; ni de la "nobleza" que tengo al ceder mi asiento en el autobús a quien lo necesita, con el propósito de aparentar magnanimidad ante todos; mucho menos de la "nobleza" que irradio al darle una moneda al niño que me limpia el parabrisas del coche para deshacerme de los centavos que me sobran... y por si les quedaba alguna duda: tampoco de la "nobleza" como ese estúpido término que incluye a los reyes, príncipes y los teatritos que se construyen aldededor de ellos (increíble que en este siglo aún existan esas ridículas fantocherías que celebran en revistas como Hola! y centenares más al anunciar que "El Príncipe Charles se vuelve a casar, ¡uy, qué lindo!, viboreemos el vestido de la novia y el de todas las celebridades que han sido invitadas a la boda").

Hablemos de un joven cualquiera, que después de un semidiluvio en su ciudad decide regresar de la escuela a su casa, a la hora del atardecer, en su coche. Después de varias horas, la lluvia comenzó a ceder, pero algunas calles estaban convertidas en auténticos ríos urbanos. Al llegar a uno de estos, y observar que los demás coches pasaban lentamente, decide hacer lo mismo... por desgracia, su coche no pasó y quedó completamente estancado dentro del charco, a unos cuantos metros del pavimento descubierto.

Hablemos, ahora sí, de la nobleza de dos jóvenes evangelizadores de religión mormona que, sin pensarlo dos veces, hicieron a un lado sus bicicletas y se metieron con todo y pantalón de vestir, zapatos y su conocido atuendo, dentro del charco, para ayudar al necesitado a sacar su coche del mismo. Terminaron completamente empapados y llenos de lodo, y aún así, no aceptaron el dinero que él les ofreció... sólo las gracias por su heroica salvación en el incidente.

Hablemos de daños: motor inundado y posible muerte del monoblock.

Hablemos de costos: entre 15 y 30 mil pesos.

Hablemos del sábado... había pasado más de una semana desde que mi perro tenía problemas... ¿de tristeza? No lo sé... ¿respiratorios?, ¿óseos?, ¿digestivos?, ni idea... por algo no soy veterinario... lo que sí sé es que algo tenía... pues ya eran días sin su peculiar "sonrisa", sus correteos, su "patita" y sus demás respuestas a mis chiflidos... y precisamente este sábado lo vi peor que nunca... no quería pararse, mejor dicho: no podía pararse; respiraba de una forma extraña, su diafragma parecía comprimirse por su estómago... froté su pecho y no sentía cosquillas como siempre lo había hecho... pensé que era grave y dije "mañana sin falta llamo al veterinario"... a mí me dijeron que los perros no lloran lágrimas ni de tristeza ni de nada, entonces juro que vi su ojo derecho derramar algún líquido no identificable por más de un minuto... lo juro. Ni siquiera pasó una hora, cuando mi mamá me llamó desde el patio con los ojos llorosos... ese "mañana" ya no podría darse... porque mi "Tyson" se murió... y así terminaron diez años de saber lo que le gusta y lo que no le gusta, diez años de compartir tiempo diariamente jugando en el patio, diez años de sus ladridos y aullidos cuando escuchaba el sonido del coche, diez años de su carita angelical frente a la puerta trasera cada vez que llegaba a casa... diez años de su lealtad y verdadera nobleza que hasta ahora, cada vez que recuerdo, me hacen derramar una buena cantidad de lágrimas de tristeza.

Hablemos de... ¿Saben qué? Mejor no hablemos... gracias, y vuelvan pronto... bueno, no tan pronto... en lo que me trago la tristeza provocada por estos últimos días. Como ya lo dije: no es el fin del mundo... pero cómo amarga la existencia por unos días... tengo derecho, ¿no?


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