Vacaciones. Es la tercera vez que voy a la playa en menos de una semana, con la diferencia de que esta vez es en plan familiar, y algo lejos de donde posiblemente estarán algunos conocidos de la escuela emborrachándose y viendo chicas en bikini… sufridos. Me doy cuenta que hay una familia tratando de armar un toldo como desde hace media hora. Había olvidado lo mucho que me indigestan las multitudes... o la gente, aunque no esté en multitud. Particularmente, me refiero a los niños que van corriendo y levantan arena que cae a mis ojos; el que pasa a mi lado y me golpea con una silla, sin intenciones de disculparse; la señora borracha que se tira al suelo y hace su escándalo; el que se sienta sobre la hielera de unicel y la rompe; el que reproduce la coreografía exacta de la canción de moda; el bebé que llora por cualquier cosa; la mamá que se desespera y le pega porque llora… y él que vuelve a llorar, porque su mami le pegó; el que se pone la gorra de lado y se siente fashion; la que se ríe como cacatúa; los nacos que… simplemente los nacos; las niñas fresas en desarrollo (físico y mental, el primero con mayores esperanzas que el segundo); el que me quiere vender una camisa, unos lentes, una pulsera, un collar, un caracol de recuerdo, un pareo, un tatuaje, mi nombre en un grano de arroz, una pluma, una torta, un raspado, un elote, un helado, unos chicharrones, jaibas, empanadas, jugos, agua, refresco, papas, pelotas, sombrillas, salvavidas... ¿un cuadro de la última cena en $450 pesos? Mejor me compro el Código Da Vinci… mmm… jajaja, mejor no. Mi vista se distrae de nuevo: una gorda que porta orgullosamente su bikini y muestra al mundo la panza que Dios no le dio pero ella construyó a base de un desorden alimenticio evidente y un metabolismo ineficiente; ahora un homosexual en tanga; no voy al baño porque me cobran, así como en el estacionamiento, al que el poli me dejó entrar después de que no me dejaba hablar para explicarle que sí iba a pagar; “el mayor tesoro de México somos los mexicanos”… ¡Ja! Gracias a esos “tesoros”, los baños están asquerosamente sucios… y también lo que no era baño, pero la gente ya lo convirtió en eso… Se me nubla la mirada después de ver al borracho que trae su propio ambiente y se divierte solo; ignoro al que me pide dinero; al que me pregunta si tengo latas para reciclar; me acerco al mar y me quedo mirando a los que me salpican agua y arena, a la morenaza de fuego que se pone medio kilogramo de bloqueador solar… no se vaya a blanquear; el que tira basura en la playa… y el que se enoja cuando le digo “se te cayó algo”… el que pasa a gran velocidad en su cuatrimoto por donde están los niños haciendo figuras de arena, llevándose reclamos de la multitud. No le interesa; a mí tampoco me interesa. No me interesa establecer algún vínculo con las miles de personas que hay en la playa… no me interesa estar ahí si no es contigo… no me interesa que haya tanta gente, cuando yo soy tan intolerante. Bueno… creo que les voy a ayudar a aquellos con su toldo… todavía no terminan de armarlo...
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