miércoles, 19 de noviembre de 2008

¿Te acuerdas?

Trataré de hacerlo breve y sencillo.

Hace aproximadamente 2 años y 4 meses, me sentía completamente perdido en lo que se refiere al plano sentimental; algunos amigos me ayudaron de diversas maneras, y fue entonces cuando pude escribir aquel post. Comprendí que no es necesario olvidar a alguien para superar una situación, o para ser exacto, comprendí que me es imposible olvidar cosas, personas, situaciones que han tenido algo de importancia en mi vida; eso es natural. Pasaron algunas semanas, y te conocí a ti, a quien creí y soñé -durante más de 2 años- sería mi novia, mi esposa, mi mujer. "¡Pendejo!" me grita hoy mi conciencia de manera burlonamente cruel. Un mes después de conocernos, decidimos entrar en ese compromiso que sólo exigía la formalización para declararlo oficial. Exactamente un mes después de hacernos novios, te escribí este post... qué cursi. En esos días, tu ex novio era como tener un cadillo en el zapato, y eso me hizo escribir este otro post. Un mes después, cumplí años... y unos cuantos días después, seguía escribiendo y escribiendo y ¿qué crees? otra vez me acordé de ti. No sé si me explico, pero la idea es que, según yo, durante todo este tiempo, seguía siendo yo mismo, pero dedicado a ti, perdido en ti, dejando que mi mundo girara en torno a ti. Y ¿sabes qué? Me gustaba, lo disfrutaba, era lo máximo para mí... y por supuesto, para ti también. Lamentablemente, hubo un momento -sólo tú sabes exactamente cuándo fue- en que dejó de significar algo para ti.

Dijiste que esa vez que me pediste "tiempo" debió haber sido para siempre. Te preguntarás porqué demonios volví a escribir un post ahora que ya no somos nada, sobre todo cuando decías que nunca te escribía cosas bonitas, y sin embargo sí tenía otros posts sentimentalones en el pasado de mi blog. Metafóricamente, eso significaría haber dedicado tiempo para alguien más en el pasado, y no querer dedicarlo a mi presente (que ahora ya es pasado).

Te preguntarás también si seré tan tonto que no he podido olvidarte, después de que ya pasó un mes de que decidiste terminar conmigo tan abruptamente y sin una razón de peso. Te preguntarás si sigo siendo tan terco para creer que todavía necesito escribir un poco más para desahogarme, aún cuando ya formalizaste tu relación con ese que empezaste a querer cuando a mí me dejaste de amar.

¿Sabes qué? Yo también tengo preguntas, y muchas. Como el por qué nos permitiste llegar tan lejos; por qué me llevaste directo a la cima, si cuando estábamos a punto de llegar decidiste soltarme y dejarme caer poco a poco, golpeando con tu indiferencia el ciego e inmerecido amor que te ofrecí, incluso después de la ruptura. Por qué te involucraste tanto con mis padres, mis abuelos, mis primos, con toda mi familia habida y por haber, fingiendo incluso hasta el final que éramos la pareja perfecta, infranqueable, que fue hecha para lograr cualquier cosa juntos, que nada ni nadie nos podía separar... O peor aún, por qué me dejaste entrar tanto en tu vida, en tu familia, en tu ser... conocer todos y cada uno de los aspectos que te rodean, enamorarme de cada detalle que armoniza tu existencia, conocer y aceptar tus defectos incluso llegando a creer que ni todos ellos juntos son lo suficientemente grandes como para superar la más pequeña de tus virtudes. Por qué aceptaste jurar esa frase que dice que "siempre es mejor cuando estamos juntos", haciéndome creer que ni en un millón de años luz me dejarías, porque cualquier obstáculo lo podríamos sortear, siempre que estuviésemos juntos.

Te preguntarás también cómo y a quién he contado tu historia, así como tuviste el descaro de preguntarme qué habían dicho mis papás cuando les dije que terminaste nuestra relación. Te contesté como un caballero, y me llamaste "dramático", ese día que me pediste que fuera a recoger mis cosas de tu casa... y sí, reconozco que fue un tanto dramático el haberte devuelto esas cosas que me recuerdan a ti, además de los cientos, miles de tickets que inútilmente guardé todo este tiempo, desde la primera vez que salimos juntos hasta aquella última comida después de la que me dijiste "ya no siento lo mismo por ti". "Cursi", me han dicho también... y otras cosas peores...

No te preocupes. Pues eventualmente, todo mundo tiene su historia. Así como un día me dijiste tener la tuya, y que tendría que aceptarla si quería estar contigo. Así como decidiste querer borrar la mía como si hubiese sido escrita sobre unos cuantos centímetros de arena a la orilla del mar... ese mar donde te pedí que fueras mía, donde te ofrecí ser tuyo... donde pensé mil veces en lo mucho que tendría que esforzarme para gritarte mis ganas de entregarte mi vida.

Y bueno, tú ya contaste mi historia, a tu manera, muy respetable... tu familia, amigos y otros más que dicen serlo pero que tú y yo sabemos no lo son, ya saben -a tu juicio- porqué terminamos, qué fue lo que pasó, quién fue el culpable, cuándo, por qué y gracias a qué. No niego un poquito de envidia, porque yo todavía no lo sé a ciencia cierta, pero vamos, a estas alturas eso ya viene pasando a segundo término. Así como debería pasar a segundo término para ti, la manera en que yo cuente la historia. Seamos realistas: de tu lado tienes a tu familia, tus amigos y esas personas de relleno; de mi lado tengo a mi familia, mis amigos y ¿por qué no? también unos cuantos de relleno. ¿Ves mi punto? Jamás tuvimos amigos en común... no hay muchas personas que vayan a salir perturbadas a consecuencia del fin de esta relación. Aceptémoslo, a ti te caía bien el 20% de mis amigos (tal vez hasta me excedí), a mí me caía bien menos de la mitad de tus 30 "amigos", yo no le caía bien a más de 3 de ellos, en fin... no hay daños colaterales. Y por supuesto que tuve que morderme una oreja y la mitad de la otra cuando a cualquier miembro de mi familia se le ocurría preguntarme por ti, para terminar con un seco "ya no", perfecto para enmudecer la más escandalosa reunión familiar. Sí, te extrañaron, aunque para tu preocupación, ya dejaron de hacerlo. Ya no preguntan por ti, ya no me miran con ojos condescendientes, ya no me dicen "mereces más que eso", ya lo superaron.

Dramático... dramático. Dramático hubiera sido confiar en mi memoria, pedirle que te olvide aún conociendo mi historia, tu historia... nuestra historia. Dramático hubiera sido tener la esperanza de que incluso esa última vez que te vi, me dijeras que reconocías estar en un error, que querías volver a mí, que no sabías en qué estabas pensando, que seguías sin entender -como yo- porqué tomaste tan fría decisión; dramático hubiese sido volver a casa escuchando una y otra vez esas últimas cinco canciones que te dediqué, a las cuales mencionaste "ya las había escuchado" con ese aire de indiferencia que tanto has practicado y que es letal. Dramático hubiera sido quedarme una hora más en mi coche, llorando al ritmo de la música por tu seco "adiós". Dramático sería pedirle por tercera vez al chico del autolavado que por favor aspire bien los asientos de mi coche, para que ya no queden esos brillitos que soltó tu vestido después de esa última vez que bailamos juntos. Dramático sería voltear a ver un par de lillies y derramar un par de lágrimas, recordando ese día que cumplimos dos años y creí tenerte de vuelta, habernos recuperado y estar a punto de vivir un nuevo inicio... que al final era sólo un espejismo presagiando el inicio del final de nosotros dos.

¿Te acuerdas? Lamentablemente, yo sí. Y no puedo escapar de mi memoria traicionera. Así como tampoco puede de mi mente escapar esa duda... la duda de si te acordarás de lo vivido... de mi voz diciéndote "te amo", te la tuya diciéndome "yo más", del brillo en mis ojos que automáticamente respondía a tu sonrisa, de los veinte apodos que me pusiste, del raro sonido de mi garganta cuando no estaba de acuerdo con algo, de tu mirada nerviosa al pronunciar "¿cómo me veo?" antes de salir a cenar con mis papás, de nuestras tardes de "hacer nada" que transformaban una televisión y unas palomitas en la más pura tranquilidad que pudiese existir en ese momento; de los Simpson y el "ya lo vi, pero déjale ahí porque me gusta"; de tu papá ocultando su cara de desesperación por mi incapacidad de aprender a esquiar en la laguna; de mis ojos llorosos -que después negaría- al final de esa comedia que vimos el día que salimos al cine por primera vez; de mi cara de asombro al verte en minifalda por primera vez; de tu cara de repudio al queso francés de color azul en casa de las chicas de intercambio y la mía fingiendo que no sabía tan mal, sólo para animarte a probarlo; de mi abrazo "protector" para que no te coquetearan; de tus gritos de aliento ante mis pobres pero entusiastas actuaciones en los partidos de fútbol; de tus primeros mensajes de texto grabados en el buzón de entrada de mi celular, mientras buscabas algo de qué culparme; de lo molesto de nuestros teléfonos de casa que nos impedían hablar por horas por el volumen tan bajo (sigo tratando de descifrar si era el mío o el tuyo); de la primera fiesta a la que me invitaste, donde evidentemente sólo era bienvenido por ti; de nuestro primer beso, que se transformó en decenas de ellos, y que no por eso dejó de tener esa magia especial que nos hizo perder la carrera ante el amanecer; de las pláticas hasta la madrugada, fuera de tu casa, cuando te quedabas dormida y despertabas diciendo alguna chistosa incoherencia; de tu advertencia "soy muy sentidita", y de cuando lo comprobé; de nuestros jueves de cine, que se transformaron en martes de cine y después en viernes y después en "¿hoy sí me puedes llevar?"; de nuestro "día 2" tan especial; de nuestra promesa de casarnos, de los nombres de nuestros dos hijos (niño y niña, por supuesto); de la vez que pasaste una tarde entera buscando una canción perfecta para nuestro vals; de nuestra luna de miel en París; de nuestros planes de recorrer el mundo juntos; de nuestros proyectos de empresas; de mi payasita; de tus melosísimos e-mails que me alegraban un rutinario día de trabajo; de tu petición de pasar tu curriculum a la de Recursos Humanos de la empresa donde trabajé para que te tomara en cuenta, "con suerte y trabajamos juntos"; de esa noche del baile de gala que decidimos irnos temprano; del día en que la prisa me hizo reventar una llanta de un banquetazo; del calendario que me regalaste y que taché día por día esperando tu regreso de ese viaje familiar que se me hizo eterno; de los repetidos "hacen una pareja genial"; de las tardes en la alberca; de mi mal genio al decirte "no se te ocurra lavar tu coche en bikini"; de los cientos de veces que lloré por todo y por nada frente a ti; de la vez que me quemaste con la plancha de pelo; del video que me regalaste en mi cumpleaños; del arreglo floral que le regalamos juntos a nuestras madres; de tus caras chistosas cuando andabas de simple; de tu computadora y sus mil virus; de tu laptop más lenta que yo y mi ritual para bajarme del coche; de los martes de sushi (¡que logré que te gustara!); de los días de playa y mi cara de preocupación cuando te pusiste el tatuaje; de tu carita de tristeza solidaria cuando mis pumas perdieron la final; de lo linda que resplandecías cada vez que te decía "¿adelgazaste verdad?"; de mi ceja izquierda levantada al verte en pijama aún cuando no era hora de dormir; de los portarretratos con esas fotos donde te ves increíblemente hermosa y yo no tan guapo como quisiera; de tu disposición durante el 25 aniversario de mis papás, que me hizo desear tener algo de tal magnitud contigo; de nuestras peleas y reconciliaciones; de los brownies, las empanadas, las french toasts, los hot cakes, los pasteles de chocolate, la carlota, la gelatina, los chocokrispies con cajeta, las zucaritas con leche, y todo eso que ni aún juntándolo podía igualar lo dulce de tus besos; la noche en tu casa con tus papás, y ese delicioso vinito espumoso, quesos y botanas gourmet que me hicieron sentirme parte de ti más que nunca; de tu regreso de esos viajes de compras donde lo único que importaba -después de darnos ese tan ansiado beso de bienvenida- era mostrarme todas y cada una de las prendas y accesorios que te compraste, con su respectivo "este me lo puedo poner en tu cumpleaños"; de los consejos que me pediste, que te pedí, que nos dimos, bien o mal, pero que nos hicieron saber que estábamos frente a la persona que queríamos nos aconsejara el resto de nuestras vidas; de las ciento veintitres mil cuatrocientas cincuenta y seis canciones que nos dedicamos, de los millones y millones de cosas que me harán recordarte y que -tal vez- te harán recordarme; de la duda por saber si habré significado tan poco para ti, para que en un abrir y cerrar de ojos tomaras tan tajante decisión de -aparentemente- olvidarme.

¿O te acuerdas? Yo sí me acuerdo. Y es precisamente a manera de agradecimiento por todo lo vivido durante esos veintiseis meses que juro ante lo más sagrado que esta será la última vez que me verás escribir algo con dedicatoria para ti; sé que te molestará, te conozco; y te ofrezco la más sincera disculpa de antemano, porque he sido egoísta al preocuparme solamente por buscar desahogarme.

Sé que ya no existe marcha atrás... pero aceptémoslo, después de tanto vivido, tampoco podrá -jamás- existir olvido.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Midnite news (again)

Queridos lectores, no están ustedes pa' saberlo, ni yo pa' contarlo... pero como a fin de cuentas este es mi puto blog, se lo chutan:

Hoy a mediodía me corrieron/despidieron/liquidaron/mandaron a chingar a mi mami de la chamba... ¿motivo? despido masivo... en octubre fueron como 20 (más los que faltan en noviembre)... ¿motivo del motivo? la "crisis de EUA"... que la neta es puro pedo alarmista, pero vamos, de algo se tienen que agarrar los de Recursos Humanos para su "adelgazamiento de nómina", con eso de que lo light está de moda...

El consuelo que me queda es que ya voy a poder tomar Tecate Light, Indio y Bohemia sin remordimientos... además, vengo de ponerme una pedota memorable en un antrillo con compañía de lujo (sí que sí, los que me tienen en Facebook ya se darán cuenta).

Y bueno, la verdad es que ando demasiado ebrio como para seguir contando, así que ahí se ven... gracias por venir, y claro, ¡¡¡vuelvan prontosss!!!